“Las dietas equilibradas basadas en alimentos de origen vegetal y animal producidos de forma sostenible, es decir, en sistemas que generan pocas emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), ofrecen mayores oportunidades para adaptarse al cambio climático y limitar sus efectos”, afirma el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), de Naciones Unidas.
Así lo señala un informe del BBVA que sostiene que el IPCC apuesta directamente por la ganadería sostenible como parte de la solución para frenar la crisis climática.
Recuerda el Banco que la ganadería sostenible es aquella que no recurre a químicos ni hormonas en el tratamiento de los animales, que se preocupa por el nivel de emisiones y racionaliza el uso de los recursos naturales. Por ello, los productos procedentes de estas ganaderías, como por ejemplo la carne y la leche, son más amables con la naturaleza.
Así mismo indica que el máximo exponente de la ganadería sostenible es la producción ecológica regulada porque, entre otras buenas prácticas, “prohíbe el uso de sustancias químicas como antibióticos, antiparasitarios u hormonas durante la producción, excepto para curar animales enfermos”, según Ildefonso Caballero, veterinario y profesor del Máster de Agricultura Ecológica de la Universidad de Barcelona, citado por el BBVA. (Lea en CONtexto ganadero: Acciones que fomentan la ganadería sostenible)
Además, establece criterios exigentes de bienestar animal desde disponer de espacio suficiente para desarrollar sus comportamientos naturales, a la ausencia de maltrato y de estrés emocional causado por el miedo crónico o el dolor.
Por su parte, la ganadería extensiva, otro de los sistemas productivos más sostenibles, se basa en el pastoreo de ganado en superficies amplias. Con pocas necesidades más allá de la atención básica a la salud del animal, la FAO la considera eficiente, aunque de baja productividad. Además, no suele competir de forma directa con la agricultura al ocupar zonas no aptas para el cultivo.
Sobre todo, el ganado caprino añade el beneficio de mantener limpias las zonas forestales, una ventaja clave para evitar incendios.
De acuerdo con Caballero, “ambos sistemas contribuyen en distinto grado a incrementar la biodiversidad de los ecosistemas y de las propias especies agrícolas y ganaderas, lo que constituye un patrimonio esencial para que las generaciones futuras puedan hacer frente a distintas amenazas como las crisis climáticas y garantizar la seguridad alimentaria”. (Lea en CONtexto ganadero: ¿Por qué vale la pena hacer ganadería sostenible?)
Carne en Suramérica
El informe del BBVA señala que la ganadería representa el 46 % del PIB agropecuario de América Latina, un sector que crece cada año un 3,7 % (más que la media global), según la FAO, a costa de una presión creciente sobre el medioambiente con consecuencias como la deforestación, la contaminación de recursos y el aumento de emisiones GEI.
En concreto, Brasil, Argentina y México lideran la producción de vacuno en la región, con el 24,04 %, el 7,45 % y el 4,97 %, respectivamente, de acuerdo con la Mesa Global para la Carne Sostenible. Sin embargo, esta no es la única iniciativa a favor de la ganadería sostenible en la región. La Alianza del Pastizal, un proyecto liderado por la organización ecologista BirdLife International, vincula a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay y concede un sello a las carnes cuyo proceso de producción contribuya a la conservación de los pastizales naturales y la biodiversidad.
Para conseguir dicho certificado, los ganaderos deben aplicar prácticas que mitigan la emisión de GEI y promueven las de bienestar animal, con otras consecuencias positivas como favorecer el arraigo de las familias rurales.