Olas de calor y bienestar animal: La ética de la ganadería en un planeta que se calienta Europa ha vivido el mes de julio más caluroso de su historia. El impacto humano en el trabajo, el turismo y la salud fue evidente. Pero, los animales de cría también padecieron un fuerte estrés térmico. Datos de la editorial británica Carbon Brief exponen la devastadora repercusión del calor extremo en los animales de granja bajo altísimas temperaturas durante el pasado verano.
En julio de 2022, el Reino Unido alcanzó los 40°C por primera vez en su historia. Ese día, casi 10.000 pollos murieron por estrés térmico tan solo en un viaje al matadero, según Carbon Brief. Entre junio y agosto de 2022, 18.500 pollos murieron durante el trayecto, frente a 325 en el mismo periodo del año anterior. Los cerdos también sufrieron el calor, lo que provocó una docena de muertes, que incluso llegaron a mostrar”comportamientos caníbales”. Las alarmantes cifras ponen de manifiesto las condiciones de hacinamiento y escasa ventilación que sufren los animales en el transporte y en las granjas, y la necesidad acuciante de solucionarlas a medida que aumentan las temperaturas. Pero, ¿podrían las soluciones agravar la causa?
Las soluciones de refrigeración consumen una cantidad “demencial” de energía
El sistema alimentario mundial ya es uno de los principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero, ya que representa aproximadamente un tercio de todas las emisiones de origen humano, según estimaciones de la ONU. Según Atul Jain, profesor del Departamento de Ciencias Atmosféricas de la Universidad de Illinois Urbana-Champaign, que estudia las interacciones entre el clima y actividades humanas como la agricultura, aproximadamente una quinta parte de las emisiones procede de productos alimentarios de origen animal. A menos que reduzcamos significativamente las emisiones, el planeta va camino de seguir calentándose. Una de las formas más sencillas de reducir las condiciones de calor y hacinamiento en el transporte pasa por poner menos animales en cada camión, lo que significa más vehículos en la carretera y más emisiones. En las granjas, la tecnología diseñada para regular la temperatura también consume mucha gasolina. “Los ventiladores y los nebulizadores son muy caros, no sólo de instalar, sino también por la cantidad de electricidad que consumen”, afirma Michelle Schack, veterinaria especializada en productos lácteos de Arizona. Otras soluciones utilizadas en EE.UU. son las aplicaciones que predicen el bienestar de los animales cuando hace calor, los colchones refrigerantes controlados por ordenador y el aire acondicionado en los establos. El estrés por calor no sólo afecta al bienestar de los animales, sino también al negocio. Puede afectar al aumento de peso, la producción de leche y la fertilidad del ganado, según un estudio de 2022 publicado en la revista Lancet Planetary Health. Esto podría acarrear pérdidas de más de 36.000 millones de euros hsta finales de siglo. “Queremos enfriar las vacas, pero también tenemos que reconocer que queremos ser sostenibles desde el punto de vista medioambiental” afirma Jackie Boerman, profesora asociada del departamento de Ciencias Animales de la Universidad Purdue de Indiana. Estas dos ideas “a veces están un poco reñidas”, añade. Además, gran parte de esta tecnología está fuera del alcance de los países más pobres, que suelen ser los que menos contribuyen al cambio climático, pero los que sufren sus consecuencias más graves. Según el estudio, las pérdidas por estrés térmico del ganado serán mucho mayores en la mayoría de las regiones tropicales que en las templadas, debido a los mayores impactos climáticos y al precio relativamente más elevado de las medidas de adaptación al cambio climático.
¿Cómo podemos mejorar el bienestar animal y mantener bajas las emisiones?
Según Gerald Nelson, profesor emérito de la Universidad de Illinois Urbana-Champaign y coautor del estudio de The Lancet, algo tan sencillo como las estructuras de sombra y el suministro de agua adicional pueden suponer una gran diferencia a la hora de adaptarse al calor. También descubrió que cambiar a razas más tolerantes al calor podría ayudar. El uso de energía solar u otras formas de energía limpia en las granjas, por su parte, podría reducir el coste y las emisiones de la refrigeración. Sin embargo, reducir el consumo de carne y productos lácteos es una forma más directa de reducir las emisiones de lo que comemos. Una dieta vegana, es decir, sin alimentos derivados de animales, genera sólo 0,7 kg de dióxido de carbono por cada 1.000 calorías consumidas, según una encuesta nacional de salud. En cambio, la dieta cetogénica, rica en grasas y baja en carbohidratos y con un alto contenido en productos de origen animal, genera casi 3 kg de dióxido de carbono por cada 1.000 calorías. Los nuevos avances en carne cultivada en laboratorio también podrían ayudar a reducir nuestra dependencia de los productos de granja. El año pasado, la FDA estadounidense aprobó un producto de pollo cultivado para el consumo humano. Pronto estará disponible en restaurantes de San Francisco y Washington DC.