Ante una población creciente a nivel mundial, procesos de urbanización cada vez más altos (fenómeno que, en Latinoamérica, duplica al promedio mundial, producto de la búsqueda de fuentes de trabajo con la finalidad de mejorar la calidad de vida), así como por el cambio de dieta (se ha pasado de dietas lentas basadas en vegetales y granos a dietas rápidas basadas en productos y derivados de la ganadería) en los últimos años, se ha incrementado la demanda de proteína de origen animal. Por lo anterior, la industria pecuaria está creciendo a un ritmo acelerado, fenómeno que ha sido claro y evidente sobre todo en los últimos veinte años que, inclusive, Delgado y colaboradores (1999) previeron que ocurriría y la llamaron Revolución Ganadera.
Este crecimiento ha mejorado notablemente gracias a los avances extraordinarios de la ciencia animal, pero existen caminos cruzados, ya que, por un lado, en algunos casos, el impacto individual de una especie animal sobre los recursos ha disminuido, pero el incremento de la población que demanda ese producto así como la mejora de sus demandas económicas, hacen que este impacto no se refleje y que, en algunos casos, inclusive crezca y por otro lado, a la ganadería se le acusa de provocar problemas ambientales. Ante el escenario anterior, debe de quedar claro que, si bien, la actividad tiene que crecer, el planeta tiene límites en sus recursos.
Sumado a lo anterior, las zoonosis surgidas en los últimos quince años, la aparición reciente de algunas enfermedades, tales como la Fiebre Porcina Africana y la Influenza Aviar, los problemas derivados de afectaciones climáticas en distintas regiones del mundo y los conflictos geo-políticos, han sido generadores de cambios sustanciales en la industria y la están reconfigurando, incorporándose cada vez más el concepto de sostenibilidad en el sistema.
Lograr la sustentabilidad pecuaria podría generar incertidumbre, pues la mejora de la producción de proteína animal ya no es solo desde el punto de vista de mejora en rendimientos productivos y costos, sino también debe tenerse en cuenta otros nuevos conceptos a los que la industria no estaba acostumbrada, pero puede lograrse. Para lograrlo es necesario que, en principio, se reconozca y entienda lo que nos lleva a la sostenibilidad. Así pues, la actividad pecuaria del futuro inmediato debe y deberá basarse en tres pilares fundamentales: el primero es generar riqueza, finalmente este concepto es el que puede ser el motor de cambio ya que para mantener o mejorar la calidad de vida del productor pecuario en toda la extensión de la palabra, se necesitan recursos económicos pues solo así, el productor podrá adoptar y/o adaptar enfoques sostenibles. Mientras existan otras necesidades básicas, el ambiente y la forma de producir no importará. La riqueza podrá generarse a través del segundo pilar que es lograr una mejora en la productividad de la empresa pecuaria, utilizando tecnologías socialmente aceptables generando producciones justas, éticas, inocuas, rentables y competitivas y, finalmente, el tercer pilar es considerar que para lograr el anterior, deberá de hacerse bajo principios de eficiente manejo, uso y conservación de los recursos disponibles y que están relacionados con el agua, suelo, biodiversidad y clima.
Afortunadamente, la industria pecuaria tiene conciencia y ya está haciendo su papel. Es necesario resaltar que en los últimos años están apareciendo nuevos catalizadores del desarrollo de la actividad pecuaria a nivel mundial, los cuales se están basando en el desarrollo de nuevas tecnologías o rescate de algunas de ellas, en prometedores procesos de innovación y, lo más importante, estos se están presentando con enfoques sostenibles.
Add Comment